Esto es casi una obviedad pero es un comentario obligado si queremos definir el mapa emocional criollo: Los argentinos somos soberbios (ya les dije, es una obviedad...).
Creo que no cabe ninguna duda al respecto pero para muestra vaya un botón (o una mercería): ¿Alguna vez, al pedir una opinión, participar de una discusión o debate o simplemente tomar un café en rueda de amigos connacionales, ha escuchado la frase: "No sé"?. Ya sea que estemos hablando de la selección de fútbol, de política nacional o internacional, de economía, de física cuántica o hayamos preguntado cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler, los argentinos tenemos la respuesta.
O, al menos, nos formamos rápidamente una opinión que defenderemos como si fuera la Verdad Revelada, la única respuesta posible a los grandes interrogantes de la Humanidad.
Llegada cierta edad (digamos tentativamente más de cuarenta años) no verá usted a un argentino cambiar de idea u opinión, nuestro conciudadano medio tendrá un cierto repertorio de respuestas que aplicará a cada situación más o menos similar.
El concepto madre sobre el que se asienta esta forma de actuar es el siguiente: "Si hasta ahora me fue bien (o no me fue tan mal...) ¿para qué voy a cambiar?". Con lo cual podemos desestimar graciosamente toda novedad, propuesta de cambio o posibilidad de aprendizaje.
Y esta limitación de nuestro aprendizaje, esta situación de "cosa juzgada", de libro cerrado, es la que nos transforma en soberbios; somos soberbios para evitar el miedo que nos generan las novedades.
Entonces nos aferraremos con uñas y dientes a nuestro parecer, esgrimiremos argumentos falaces como "escuchame, ¿a mí me la vas a venir a contar?" o " pará, que yo a esto lo tengo claro" o "mirá, yo tengo.... (llenar la línea de puntos con la edad, en lo posible más de cuarenta), así que...", y allí nos refugiaremos, en las cálidas aguas de la complacencia; todo con tal de no permitir que entren nuevas posiblidades.
Una curiosidad interesante: En los países hispanoparlantes del resto de América se utiliza mucho el potencial como tiempo verbal; países como Colombia, Perú o Chile usan frases tales como "¿Podría usted alcanzarme el salero? o ¿Quisiera decirme la hora?". Una de las razones por las que nos visualizan como soberbios y prepotentes es porque los argentinos no frecuentamos estos tiempos verbales, nuestra forma de hablar (que es nuestra manera de expresar lo que pensamos) pasa por el imperativo: "Alcanzame la sal" o "Che, ¿qué hora es?".
Me parece escuchar las argentinas voces diciendo: "Bueno, pero no vas a comparar..."
Seguimos en la próxima!!!
lunes, 4 de enero de 2010
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